A finales de agosto tuve la oportunidad, junto a más de 20 competidores de la industria y a través de ASARCOB como organizador, de visitar Silicon Valley, California, meca de la tecnología disruptiva.
Más allá de lo enriquecedor del viaje y de los excelentes momentos vividos entre colegas, me gustaría reflexionar sobre cuál es la sensación que me llevo finalmente.
Los hechos disruptivos, es decir, hechos que se interrumpen de manera inmediata, están a flor de piel y los veremos cada vez más rápido, más acelerados.
Aparecerán y desaparecerán empresas acomodándose al criterio de "mejorar el mundo cada día más" y de "abrir barreras, deshacer fronteras o destruir muros".
Nuestras vidas serán transformadas completamente por estas empresas que quieren estar primeras para lograr disrupción tecnológica antes que la otra. Las empresas no quieren perder esa oportunidad, no quieren ser FOMO (miedo a la exclusión digital). En dicha transformación me viene a la mente una palabra últimamente muy escuchada: "resiliencia". Superar cada día estos hechos para adaptarnos inmediatamente a un mundo mejor, más cómodo, más rápido, más fácil, pero quizás más peligroso, más excluyente, con pérdidas de fuentes de trabajo tradicionales, personas o naciones muy manipulables y la inteligencia artificial haciéndonos completamente esclavos de los hechos.
No sé realmente si vamos hacia un mundo mejor, tengo dudas que la justicia social imponga los nuevos límites que estarán digitados por altos directivos de empresas líderes decidiendo el devenir de cada uno de nosotros. Pero es normal tener miedo a los cambios, al futuro incierto, y por ello me dejo llevar como un barco de papel en la corriente de agua al igual que todos, tratando de distinguir lo bueno y lo malo y democratizando el mundo digital para que solamente sea bueno y nada de lo malo que es potencialmente posible, se convierta en éxito.
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